El Papa recibió este viernes en el Vaticano el premio Carlomagno en presencia de los grandes líderes europeos: los tres presidentes de las instituciones —Martin Schulz, Donald Tusk y Jean-Claude Juncker— y la mujer más poderosa del continente, la canciller Angela Merkel. “Qué te ha pasado, Europa?”. Con esta pregunta retórica, que resume a la perfección un discurso incisivo e inspirador, Bergoglio reclamó a Europa cambios profundos en su política económica y en el desafío migratorio. “La identidad de Europa es multicultural”,
Como agradecimiento al premio Carlomagno, que otorga la ciudad alemana de Aquisgrán y que distingue a personalidades en el ámbito europeo, el Papa forjó un discurso con una pregunta retórica (“¿qué te ha pasado, Europa?”), y que se contestó él mismo con un mensaje directo y severo, pero también inspirador, con varias ráfagas del líder afroamericano Martin Luther King: “Sueño con una Europa en la que ser inmigrante no sea un crimen. Sueño con una Europa en la que los jóvenes puedan tener empleos dignos bien remunerados. Sueño con una Europa en la que no se dirá que su compromiso con los derechos humanos fue la última utopía”.
Cada uno de esos sueños es un varapalo a las instituciones europeas y, en particular, a algunos Estados miembros que se han especializado en ponerse de perfil en cada una de las crisis del continente, que son muchas. El Papa armó así un discurso muy político —“Europa se está atrincherando. Y buscando soluciones con un rendimiento político cortoplacista, fácil, efímero”—, con formidables cargas de profundidad económicas —“hay que pasar de una economía líquida, basada en la especulación y la corrupción, en la deuda y los intereses, a una economía social”—. Y apuntó que tras problemas como el de los refugiados “hay a menudo juegos de poder económicos”. “Frente a la tentación de replegarse, Europa tiene que recuperar su identidad. Y su identidad es esencialmente dinámica y multicultural”, dijo. “Frente a la tentación de uniformizar, Europa debe integrar a culturas diversas y evitar así lo que sería una cruel exclusión”, remachó. Varios países de la UE se niegan a acoger refugiados musulmanes, con la excusa de que eso provocaría tensiones políticas. Bergoglio no señaló culpables, pero fue claro: “El problema no es la tensión política, el peligro es uniformizar el pensamiento; Europa se ha ido atrincherando en lugar de promover sus valores humanistas. Hace falta coraje para renovar el proyecto europeo”.